Mur Sánchez, Julián

BIOGRAFÍA

Un breve instante de la vida de este zaragozano nos basta para conocer la fortaleza de su personalidad, de su actitud valiente frente las contrariedades, de su autoridad y de su dignidad ante las humillaciones a las que fueron sometidos los primeros republicanos que llegaron a Mauthausen aquel lejano 6 de agosto de 1940. Un grupo de 398 republicanos españoles habían salido el día anterior desde el stalag VII A, situado en las proximidades de Moosburg (Baviera) en dirección desconocida, tras haber sido seleccionados por la Gestapo entre los prisioneros de distintas nacionalidades internos en aquel campo de prisioneros de guera. Su destino podría haber sido otro stalag , puesto que tras su detención en Francia, entre el 20 y el 25 de mayo, habían sido trasladados, en primera instancia, al denominado XIII A situado en la población alemana de Hohenfels-Oberpfalz, a unos 70 km al sureste de la ciudad de Nuremberg. En este primer destino permanecieron varias semanas y a mediados del mes de julio fueron transferidos a Moosburg. Nada les hacía presagiar que iban a ser los primeros republicanos deportados a Mauthausen y que su vida iniciaba un trayecto cargado de abusos, explotación, humillación y muerte.

El día 28 de agosto falleció el malagueño José Marfil Escalona, siendo el primero de los republicanos españoles fallecido en un campo nazi. José Marfil murió en el barracón de cuarentena y la noticia de su muerte se propagó entre los más de 1.000 españoles que habían llegado durante las dos últimas semanas. Cuando los prisioneros estaban formados para pasar revista, surgió entre la masa de prisioneros la figura de Julián Mur solicitando al capitán Bachmayer el poder tributarle un homenaje al compañero fallecido. La narración de los hechos que hizo el deportado catalán Juan de Diego es lo suficientemente elocuente y emotiva para transcribirla íntegramente:

"El día que murió el primer español, fue Mur el que parlamentó con el capitán Bachmayer para que se nos permitiera observar un minuto de silencio en signo de duelo. Pedirlo oficialmente revestía carácter de protesta y al mismo tiempo acto de solidaridad.

Escuchó el capitán con extrañeza sin darle otra importancia que a una locura cualquiera. Autorizó lleváramos a cabo aquel minuto de silencio.

No fue un secreto para nadie, la noticia corrió de boca en boca. Jamás nacionalidad internada allí osó pedir tal cosa. Algunos viejos concentracionarios tuvieron miedo que aquella manifestación pudiera degenerar en una cruel represión. Afortunadamente no fue así.

La campana había sonado. Los grupos de trabajadores iban reuniéndose para entrar en el campo y pasar el recuento de mediodía.

Por aquel entonces el mayor número de españoles formaba parte de la compañía de castigo. Una larga columna de presos tenía como trabajo subir y bajar las escaleras que van desde el campo a la cantera, cargados de pesados bloques de piedra sobre las espaldas.

Pusiéronse en marcha los diferentes grupos, abrióse la gran puerta del campo y como una gran boca ávida de carne human, fue englutiendo aquella masa, que parecía llegar a todos los círculos del dolor y la miseria-

(...)

Formados en filas de cinco en cinco, alineados militarmente y según la disciplina del campo, procedieron los SS a nuestro recuento. Terminada esta operación una vez dado el parte rompíamos filas. Aquel día fue Mur el único que salió de ellas. Púsose frente a nosotros y de una voz solemne y fuerte dijo: “Hoy ha ha muerto el primer español en el campo de Mauthasuen... Guardad la cabeza bien alta, demos una vez más el ejemplo de nuestra solidaridad... Vamos a observar un minuto de silencio...."

De una voz clara y enérgica dio la orden de firmes. Un solo movimiento nos dejó fijos, después siguió una segunda orden para descubrirnos, la cual fue ejecutada con la misma disciplina... Y luego fue el silencio, silencio que fue invadiendo el campo.

Hasta los SS que vinieron a curiosear quedaron impresionados, uno de ellos dejó colgar los brazos, de sus dedos cayó un cigarrillo que fue a rodar al suelo. Parecía que las órdenes de Mur habían llegado imperativas hastaél.

Escasas veces viviremos momentos más emocionantes que aquellos..¡Cuánta nobleza fluía de aquellos hombres...! También hubo gargantas que se anudaron, algunos dejaron escapar unas lágrimas, no eran aquellas de cobardía sino de impotencia".

Tenemos muy pocos datos sobre Julián, sabemos que nació en Zaragoza con la llegada del siglo XX, el 15 de enero de 1900. Su hermana Concepción, residía en Barcelona lo cual nos hacer pensar que, quizá, se trataba de una de las muchas familias aragonesas emigradas a la capital catalana durante aquéllas décadas. En su testimonio, Juan de Diego lo definió como militante de la CNT, añadiendo que en la Guerra había sido “un combatiente en los frentes de la Libertad”. En noviembre de 1938 fue ascendido a sargento en un Batallón de ametralladoras de la 24 Brigada Mixta y, encuadrado en su unidad militar, salió al exilio a principios de 1939 con la Retirada.

Su trayectoria en el exilio fue común a la de los triángulos azules. Durante su internamiento en los campos del sur de Francia, se alistó en una de las CTE que fueron detenidas por los alemanes tras la invasión de Francia. Internado en los campos de prisioneros de guerra,su suerte estaba echada cuando la Gestapo identificó a los españoles del stalag de Moosburg. Fue uno de los 44 aragoneses que ingresaron aquel 6 de agosto en Mauthausen, de los que solamente 13 llegaron con vida al día de la liberación. A Julián le fue adjudicada la matrícula 3170 que lo identificó, ante sus guardianes, durante su estancia en el campo.

Los primeros días en el campo fueron extremadamente duros, un adelanto de lo que iban a vivir en los próximos tiempos, según el testimonio de uno de los supervivientes del grupo: “ Los meses más terribles para todos nosotros fueron de agosto a enero de 1941 y sobre todo los cuatro primeros días. Fue el 10 de agosto cuando los SS empezaron la gran ofensiva para liquidarnos lo antes posible...” Fueron destinados a realizar trabajos en la cantera y rápidamente se produjo un deterioro físico evidente en la mayor parte de ellos que fue advertido, con temor, por los grupos de españoles que llegaron en las semanas siguientes.

Al igual que el resto de sus compañeros deportados, Julián conoció el durísimo trabajo en la cantera de Mauthasuen y permaneció en el campo central varios meses, soportando también las inclemencias propias del invierno, hasta que fue transferido a Gusen el 21 de abril de 1941. En su nuevo destino le fue adjudicada una nueva matrícula, la 12312, y su estancia en este campo se prolongó durante algo más de año y medio.

El 12 de octubre de 1942, en Zaragoza, se celebró una misa en la basílica de EL Pilar, para celebrar el día de la Hispanidad, con la presencia de las principales autoridades militares y civiles zaragozanas, haciendo ostentación de su triunfo y de la nueva España que el nuevo Régimen estaba implantando. Mientras, aquel mismo día, Julián era asesinado, por los amigos nazis del franquismo, en la cámara de gas del siniestro castillo de Harteim, donde había sido transferido, desde Gusen, en uno de los transportes organizados para deshacerse de los más débiles, enfermos o extenuados.

Su decisión, aquel 28 de agosto de 1941, ha quedado en la memoria de la deportación republicana como un hito, quienes lo presenciaron y sobrevivieron lo han transmitido como un símbolo de la solidez del grupo de españoles, de su capacidad de resistencia y, quizá, una de las primeras muestras de solidaridad de las muchas que hubo en Mauthausen.