Gracia Zalaya, Feliciano

BIOGRAFÍA

Una placa, en la biblioteca pública de Gallur (Zaragoza), recuerda el cariño de sus vecinos al darle su nombre a esta institución cultural.

Feliciano nació en esta localidad zaragozana el 3 de mayo de 1916 y su juventud estuvo ligada a la ideología socialista, cuyo sindicato, la Unión General de Trabajadores, estaba fuertemente implantado en la comarca debido a la presencia de una importante industria harinera. Ocupó cargos de responsabilidad en las Juventudes Socialistas figurando, en 1936, como secretario de la agrupación local y tesorero de su Junta directiva.

Gallur, tras el golpe de estado que desembocó en la guerra civil, quedó en manos de los fascistas sublevados, iniciándose una dura represión contra quienes se habían significado por su republicanismo progresista. Feliciano consiguió evadirse a la zona leal al gobierno de la República, lo que le llevó, como a otros millares de combatientes, al exilio.

Cruzó la frontera francesa el 2 de febrero de 1939, siendo confinado en el campo de  Argeles-sur-Mer y, posteriormente, formó parte de la 187ª CTE hasta la ocupación alemana. Colaborador con la resistencia contra los nazis, su detención la resumía con las siguientes palabras: Yo pertenecía a la resistencia a réseau de Fumel (Lot et Garonne) en el año 1942, 2 de noviembre, fui cogido por la Huitieme Brigada Especial de Zuzech (Lot) fui trasladado a Saint Etienne de Toulouse, de dicho centro a la prisión militar Plaza Fusgole nº 2 de dicha capital, de allí a la prisión de San Michel, siempre en Toulouse, en el año 1944 fui juzgado en dicha capital”.

Acusado como resistente fue encarcelado hasta que, a finales de julio de 1944, los alemanes decidieron evacuar los centros penitenciarios de Toulouse y deportar a buena parte de los internos a Alemania. Feliciano formó parte del convoy que, el 30 de julio, conduciría a 1.088 hombres -entre los que se hallaban unos ochenta republicanos españoles- a Buchenwald y 101 mujeres a Ravensbruck.

Ingresó en Buchenwald el 6 de agosto, asignándosele la matrícula 69.559 y unos años más tarde declaraba sobre su experiencia y la de sus compañeros en aquel campo nazi: “cuando entrabas al campo dejabas de ser un hombre te convertías en un número, te despojaban de tus ropas, te afeitaban como si fueras un animal y a partir de ahí ya no ocurría nada bueno, lo que importaba era sobrevivir para poder contarlo (...)apenas nos daban de comer, hacían raciones muy escasas para ver lo que podía resistir el cuerpo; lo cierto es que muchos murieron agotados, solo les quedaban los huesos y la piel (...) La gente estaba muy débil, se desplomaba cuando caminaba entre las calles que unían los distintos barracones, pues pasaban con carros y cogían los cuerpos como si fueran desperdicios".

A pesar de estas palabras que dejan bien patente el trato inhumano al que fueron sometidos quienes sufrieron la deportación, Feliciano era consciente de su suerte al haber obtenido un destino que le mantenía alejado de los trabajos más duros, pero denunciaba las condiciones de vida y reconocía la imprescindible solidaridad para sobrevivir: “Allí me tocó trabajar en la lavandería con montones de ropa que no sé si eran de muertos o de vivos; si el trato no te mataba lo hacía la comida, nos daban casi siempre caldo, salchichón sintético, que cada día tenía el gusto que el químico quería darle, un pedazo de pan de centeno y fécula de patata... de no tener a alguien fuera que te ayudase, proporcionándote ropas y cobijo; era imposible y si te cogían intentando escaparte ya sabías lo que te tocaba: ir a la horca acompañado por una orquesta formada por los propios internos".

En varias de las cartas de Feliciano, conservadas en el archivo de la Amical española, encontramos referencias puntuales a su paso por Buchenwal que nos ayudan a conocer la penuria y los malos tratos a los que fue sometido durante su internamiento “allí fui golpeado, como todos, y me hicieron una herida en la cabeza, la cual me ha causado y me causa trastornos y muchas veces pérdida de memoria".

Feliciano permaneció en el campo hasta su liberación, siendo repatriado a Francia, al igual que la mayoría de republicanos supervivientes. Regresó a España en mayo de 1949, reiniciando su vida de agricultor y afrontando las dificultades por su condición de “rojo republicano” en aquellos duros años de dictadura franquista, teniendo que soportar los insultos que, en este sentido, le dirigió alguno de sus vecinos.

En 1963 se puso en contacto con los ex-deportados que desde Barcelona gestionaban la fundación de una asociación para agrupar a los supervivientes, a las viudas y a los huérfanos de quienes habían hallado la muerte durante su deportación. En la primera carta a sus compañeros manifestaba su predisposición y entusiasmo con la idea: “...cual no es mi satisfacción y alegría al comprobar que hemos podido reunirnos en una amicale de ex-deportados de Mauthausen, kommandos y demás campos de KL nazis, yo he estado en el campo de Buchenwald, y sinceramente me adhiero a dicha amicale que, en memoria y homenaje de tantos españoles muertos en el susodicho K.L. nazi, se ha creado o está en vías de constituirse oficialmente".

A partir de estos primeros tiempos del inicio de las actividades clandestinas de la Amical de Mauthausen, Feliciano participó activamente en varias reuniones y encuentros conmemorativos que se realizaban con enormes dificultades en la clandestinidad. El férreo control del régimen dictatorial franquista no iba a facilitar la labor de aquellos supervivientes cuya presencia y actividad asociativa evidenciaría su complicidad con la Alemania nazi. Desde su pueblo, puso en contacto a ex-deportados y familiares residentes en Aragón con los “gestores” de la Amical con el objetivo de agruparlos y de facilitarles la gestión de las indemnizaciones a que tenían derecho, preocupándose también de las familias de los fallecidos, con dificultades económicas, para intentar paliar su situación.

Muerto el dictador en 1975, la Amical española aún tuvo que esperar casi tres años a ser legalizada y poder desarrollar sus actividades con plenos derechos. La primera asamblea legal de la asociación se celebró el 7 de mayo de 1978 y al año siguiente Feliciano fue elegido vocal de la Junta directiva. Su participación y colaboración se mantuvo a lo largo de los años ostentando la representación de la asociación en Aragón, labor que compartió con Julio Casabona Marías (Mauthausen, 4515). Ambos desarrollaron una importante labor en su región natal promoviendo reuniones, asambleas, homenajes, erección de monumentos,... con la clara intencionalidad de mantener viva la memoria de los republicanos aragoneses que habían encontrado la muerte en los campos nazis.

A lo largo de su vida Feliciano mostró un gran interés por la cultura lo que le llevó a donar a la biblioteca pública de la localidad una variopinta muestra de literatura nacional e internacional, libros de historia universal, cuentos infantiles,... Un año después de su muerte, ocurrida el 10 de mayo de 1997, el Ayuntamiento de Gallur puso el nombre de “Feliciano Gracia” a su biblioteca municipal “como reconocimiento a su persona ...cuya vida fue un ejemplo de lucha por las libertades y la democracia".

Al acto oficial que se celebro el día de San Jorge de 1998, una jornada de especial significado al coincidir la celebración del Día de Aragón con el Día del Libro, asistieron numerosos familiares y amigos de Feliciano entre los que se encontraba una representación de la Amical encabezada por Antonio Roig (Mauthausen, 5.722) quien glosó la figura de Feliciano como "un hombre de bien, generoso, que siempre estuvo dispuesto a trabajar por la paz".

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Feliciano Gracia fue un hombre sencillo que se vio arrastrado por los avatares de la historia europea por ser consecuente con sus ideales juveniles de justicia social. La ola de sinrazón que azotó la Europa de los años 40 le dio a conocer lo más execrable de la condición humana. Superviviente del horror, nunca olvidó las calamidades y las ultrajes padecidos. Desde su regreso a Gallur, en plena dictadura franquista, siguió trabajando como agricultor, con dignidad y esfuerzo, pero sin olvidarse del trato inhumano recibido en sus propias carnes y, menos aún, de los compañeros que padecieron deportación y muerte en los abominables campos nazis, dedicando tiempo, esfuerzo y trabajo, hasta su muerte, por mantener viva su memoria en pro de la Paz y de los Derechos Humanos.

Texto en: CALVO GASCÓN, J.M.:  “Feliciano Gracia Zalaya” en Who resisted. Biographies of Resistance Fighters from entire Europe in the Mauthausen Concentration Camp. Viena, Ed.Mauthausen. 2008, pp. 401 a 404.

Nota biográfica en:

CALVO GASCON, Juan M., Dentro de poco os podré abrazar. Supervivientes aragoneses de los campos nazis, Andorra, CELAN-Gobierno de Aragón, Andorra, 2019, pp. 146-161