García Coscolla, Pedro

BIOGRAFÍA

Pedro era un hombre comprometido políticamente y ligado a la agrupación socialista y a la UGT de Boquiñeni, desde su fundación en 1930, de la que fue uno de sus dirigentes. Formó parte de la candidatura socialista en las elecciones que dieron lugar a la proclamación de la Segunda República el 14 de abril de 1931, siendo elegido concejal por el PSOE en el primer ayuntamiento republicano. Sus compañeros de candidatura socialista fueron: Marcial Pelegay Viloque, Mariano Coscolla Bartos, Pedro Jiménez Cuartero, Manuel Cuartero Llombarte, Ignacio Benedi Bartos, Gregorio Coscolla Conde, Benito Coscolla Bartos y Santiago Lanana Alcusón.

Pedro ejerció como corresponsal del periódico Vida Nueva en Boquiñeni, portavoz de la UGT zaragozana, y en su crónica del 25 de abril narraba con entusiasmo la proclamación de la República en la localidad. Una jornada vivida con una explosión de entusiasmo y alegría en la que Pedro se dirigió a la población, desde el balcón del ayuntamiento, denunciando la degradación de la monarquía en un discurso cargado de simbolismo recordando el sacrificio de los mártires de Jaca:

“El día de la proclamación de la República, a las cinco de la tarde próximamente, en la U.G. de T., organizamos una manifestación, con el fin de celebrar el Fausto acontecimiento de nuestro triunfo (…) Al izarse las banderas en el balcón central del Ayuntamiento, se colocaron en ellas los retratos de Galán y Hernández, y la compañera Gracia dio vivas a la madre y esposa de los mismos, que fueron unánimemente contestados por el público.

Entonces me creí en el deber de dirigir algunas palabras al pueblo, y aunque carezco de aptitudes para ello, lo hice en la forma siguiente:

Ciudadanos: En las páginas del historial europeo no se registra un triunfo como el que hoy estamos celebrando; jamás ninguna república logró implantarse tan fácilmente, sin violencia ni derramamiento de sangre; hemos conseguido que el rey abdicara; que la Monarquía abandonara las riendas del Poder para que España sea gobernada por los hombres de ideas liberales.

Aseguraban nuestros enemigos que las izquierdas eran incapaces de gobernar una nación; que nosotros no podemos administrar un pueblo; que éste es inculto; y los hechos han demostrado lo contrario; hemos obtenido el triunfo por la cultura del pueblo y por la incapacidad de la Monarquía; porque la Monarquía española, desde la pérdida de nuestras colonias, ha rodado por la pendiente de la degradación hasta hundirse en el precipicio de Jaca, conde sus carcomidos cimientos acabaron de derrumbarse.

Tengo la honra de haber sido elegido por la U.G. de T., junto con los demás compañeros, para formar parte del Ayuntamiento; pero, para que nosotros podamos cumplir con nuestra misión necesitamos la ayuda de todos; procuraremos cumplir con nuestro deber; pero si nos sintiéramos incapaces para administrar el pueblo, nos retiraremos a tiempo y no haremos como nuestros antecesores, que usurpaban un sitio que no les correspondía por ser incapaces para ello.

Sólo me falta daros las gracias por el recogimiento y el entusiasmo que habéis demostrado, no por nosotros, sino por aquellos mártires de Jaca que dieron la vida por la República: ¡Vivan Galán y Hernández! ¡Viva España republicana!”.

Esta primera crónica Pedro acababa describiendo la formación del ayuntamiento en el que resultó nombrado alcalde el socialista Marcial Pelegay y en el que él mismo fue elegido como segundo teniente alcalde.

El siguiente artículo publicado por Pedro en la revista de la UGT titulado “Honrando a los muertos”resume el acto de homenaje, en la celebración del 1º de Mayo, tributado en el cementerio de la localidad a Timoteo Coscolla “padre espiritual” de los republicanos de Boquiñeni, según las palabras que le dedicó el alcalde Marcial Pelegay y que concluyó “dejando sobre su tumba un recuerdo que, si representaba poco valor material, en cambio es la más preciada joya que el difunto hubiera podido apetecer en vida: la bandera republicana que quedó enhiesta sobre la sepultura, como desafinado al viejo régimen”. La división social y política en la localidad es anotada por Pedro puesto que, al regresar al pueblo, tras los actos del homenaje, se encontraron con “los pocos que (…) hicieron escarnio de un acto de justicia” y a los que les dedica las últimas líneas de su crónica, como si de una macabra premonición se tratase: “Pero ya los conocemos; son cuatro desgraciados, servidores del viejo régimen, que sin duda esperan la restauración para volver a ejercer su canallesca presión sobre los ciudadanos honrados. Pero no sucederá, porque entonces, la ola gigante, la ola de la revolución, los aplastará como se aplasta a las alimañas”.

Poco a poco se fueron vislumbrando los cambios sociales y la superación de alguna de las costumbres y tradiciones más arraigadas entre la población rural aragonesa y, el 26 de diciembre, Pedro García se hacía portavoz de sus efectos en la localidad al notificar la inscripción en el Registro Civil, el día 15, “de una niña hija de nuestros queridos camaradas Alejandro Pérez y Josefa Gil” prescindiendo de los tradicionales actos religiosos. Pedro aprovechó la ocasión para denunciar las presiones sufridas por la madre y hacer explícito su anticlericalismo, felicitando a los padres porque “han marcado la ruta que debemos seguir todos los que no creemos que los ritos supersticiosos, los que no creemos en la eficacia del remojón”. Este hecho fue seguido durante los próximos meses por alguna de las familias de Boquiñeni lo que desató habladurías y presiones sobre las familias que “osaban” desafiar la tradición secular del bautizo y dio lugar a las respuesta de Pedro en las páginas de Vida Nueva, donde, además de felicitar a quienes mantenían valientemente su postura, aprovechaba para lanzar unas duras e irónicas diatribas contra el clericalismo tradicional, como las expuestas el 16 de enero de 1932 bajo el título: “La adoración de los Santos Reyes”:

“Como en los pueblos limítrofes, en esta localidad las campanas de la caverna católica voltean con vertiginosa rapidez, como movida por gigantes invisibles. Con su repiqueteo incesante llenan la llanura de sonidos monótonos y desiguales, que van a perderse en la lejanía con un eco quejumbroso, como un suspiro inútil. Los “padres de almas” llaman al “rebaño” católico. Los “borreguitos”, como buenos cristianos, acuden al llamado del ministro del Señor, a llenarle la bandeja de calderilla y alguno que otro “pápiro”, para que pueda procurarse el sustento sin tener que sufrir las molestias del taller o la oficina, o sin bajar el “riñón” en las faenas agrícolas. Entre tanto el “pater” dirá: mientras haya burros iremos a caballo”.

Pedro García se convirtió, por lo que hemos visto y quizá de forma involuntaria, en un propagandista de los actos civiles que prescindían de las tradicionales y seculares ceremonias religiosas En junio de 1932, denunciaba las presiones ejercidas sobre Manuela Cuartero, madre de una niña recién nacida que no había sido bautizada y reivindicaba de su posición anticlerical. Y lo mismo podría decirse de la crónica del entierro civil, el 15 de junio de 1932, del simpatizante ugetista Pedro Lorente, de sendas inscripciones civiles de dos nuevos nacimientos ocurridos en la localidad y del entierro civil del niño “de cinco años Rufino Cuartero Becerril” cuyo féretro fue cubierto con la bandera roja del sindicato “ y tal vez la presencia de la bandera socialista –narraba Pedro- fuera la causa de no asistir ni una sola persona ajena a la Unión general de Trabajadores”, lo cual le llevaba a preguntarse dónde estaban los republicanos de verdad. Los actos civiles, descritos con énfasis por Pedro, tenían un alto grado de rebeldía contra aquel orden impuesto por las poderosas fuerzas de la tradición y la Iglesia.

La nueva Junta Directiva Local del sindicato quedó formada, en abril de 1933, de la siguiente forma: Presidente: Federico Gracia González; Vicepresidente: Segundo Coscolla Carcas; Secretario: Pedro García Coscolla; Tesorero: Rufino Adiego Blasco; Contador: Román Mateo García y Vocales: Venancio Villa Andía, Román Lorente Coscolla, Carlos Coscolla Estache, Félix Becerril Granel y Epifanio Ramiro Artigas.

Por los apellidos se puede adivinar la relación de parentesco entre Pedro y otros miembros de la Junta Local del sindicato ugetista, que era el que más fuerza tenía en toda la zona. Con su nueva responsabilidad, desde la Junta Local, llevó a cabo una importante labor sindical en Boquiñeni y en las poblaciones de la comarca: como, por ejemplo, los contactos que tuvo, en septiembre de 1934, con la UGT madrileña respecto las gestiones que estaba realizando entre los afiliados de Magallón, Agón y Aizón, en relación a unas viviendas sociales que promovía la Cooperativa de Casas Baratas “Pablo Iglesias”.

El golpe de estado militar del 18 de julio le sorprendió en Boquiñeni. Pedro, que tanto se había significado en la defensa de la República y en su ideología socialista, impregnada, como hemos visto, de un fuerte contenido anticlerical, sabía que no podía quedarse en la localidad y, ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos, se marchó el 26 de de julio, para evitar las represalias de los golpistas que se habían hecho con el poder en las poblaciones de la Ribera del Ebro, tras vencer la resistencia de los republicanos leales. Según nos ha explicado su nieto, Pedro García “abandonó el pueblo y por la margen izquierda del Ebro se incorporó a las fuerzas republicanas estando en el frente hasta su paso a Francia”.

En Boquiñeni quedó su esposa, Paulina Lamata, y sus tres hijos Pedro, Fédor y Víctor de 10, 8 y año y medio respectivamente. No volvieron a ver a Pedro. Como tantos otros miles de refugiados republicanos estuvo interno en los campos del sur de Francia: en el de Saint Cyprien se alistó en la 118 Compañía de Trabajadores Extranjeros que partió del campo el 11 de octubre de 1939. Tras la invasión de los alemanes del territorio francés, en mayo de 1940, varios millares de españoles alistados en las CTE fueron a parar a las playas de Dunkerque donde asistieron asombrados a la operación de retirada de las tropas francesas hacia Gran Bretaña, sin que se les dejase opción de embarcar con ellos. Según las anotaciones de su nieto, Pedro “fue detenido por los alemanes por la zona de Norte Kassel”.

Tras la detención fue trasladado al interior de Alemania como prisionero de guerra y tras una corta estancia de un par de meses, desde el stalag IX A, situado entre las ciudades alemanas de Francfort y Kassel, fue deportado a Mauthausen el 11 de agosto en un transporte formado por 92 republicanos españoles. Ingresaron en el campo el día 13 de agosto, siendo el tercer grupo de españoles en ser deportados a Mauthausen, puesto que la llegada de los republicanos se había iniciado el día 6 con la inscripción de unos 400 españoles.A Pedro se le adjudicó la matrícula 3717 y posteriormente fue transferido a Gusen el 24 de enero de 1941, con el número 9253. En este campo, situado a unos cinco kilómetros del campo central, falleció el 8 de mayo de 1941 a los 44 años. Desde la fecha de su deportación a Mauthausen habían transcurrido nueve meses escasos.

Texto: Juan M. Calvo Gascón

Fuentes:

Vida Nueva, periódico de la UGT de Zaragoza.

CALVO GASCON, J. M.: Itinerarios e identidades. Republicanos aragoneses deportados a los campos nazis. Zaragoza, Gobierno de Aragón. Departamento de Cultura y Deporte, 2011, (pp. 33-35)